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Roxana y Faustino, una familia monomarental

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“Soy madre por elección, convicción y mucho amor”, dice Roxana Gago en la tarde de un viernes otoñal, en el comedor de su casa en Olivos. Cuando lo dice, golpea con su puño la mesa de madera, como queriendo afirmar aún más lo que siente.

Roxana siempre quiso ser mamá, pero se ocupó de otras prioridades hasta que, a los 38 años, cuando estaba en pareja, comienzan el proyecto de buscar un hijo. “Buscamos bastante tiempo y no llegaba”, comenta. Se hicieron estudios y no había causas médicas. Luego llegaron los tratamientos: tres de baja complejidad, inseminación y luego una fecundación in vitro, pero nada, no tuvieron buenos resultados. La relación con su pareja se fue desgastando y a sus 42 años se separaron por decisión de ella.

Dos años más tarde retoma el proyecto pero para esta vez para formar una familia monomarental: “La idea tenía cada vez más fuerza. Yo quería ser mamá”, afirma.

Al no saber cómo hacer para ser mamá soltera, habla con su médico. “¿Qué tengo que hacer?, ¿cómo sería?”, eran las preguntas que le resonaban en la cabeza. El doctor le recomienda un banco de esperma, “cada paso que daba, estaba más empoderada y mirá que he ido a la prepaga varias veces, que sí, que no y sin embargo seguí”, afirma mientras Fausti, su hijo, ingresa al comedor con un bombo legüero y empieza a tocar.

En el banco de esperma le explicaron que podía elegir al donante con un book de fotos, chicos jóvenes de hasta 27 años, o podía elegir por semejanza a las condiciones físicas de ella; “Yo no quiero ver fotos, vayamos por las semejanzas. También pedía niveles culturales”, dice. Llega el momento de iniciar el camino sola, tienen la muestra, está el donante. La espera fue corta, un mes; comenzaron las estimulaciones, pastillas, inyecciones, seguía adelante con todo. 

No llegó a hacer dos tratamientos, los óvulos se rompían, no llegaban a fertilizarlos. 

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Un fin de semana estaba en el tigre con su mejor amiga y la llama el obstetra para decirle que, si bien es una mujer muy sana, para ser madre va a necesitar una donación de óvulos.

-       ¿Qué sentiste en ese momento?

-       Sentí una cachetada. Se me vino a la mente la foto familiar, tengo una hermana gemela, somos 3 y nos re parecemos, mis sobrinas se re parecen a nosotros. Se me vino la foto, no va a ser igual a todos, a mí, a mis viejos. - dice mientras cierra los ojos como repasando la foto familiar.

Habló con su médico para avisarle que no se sentía preparada, que necesitaba tiempo. Transitó el duelo genético, hizo terapia. En ese entonces Roxana tenía 43 años y puso en paréntesis su proyecto. Se anotó para realizar una maestría en comunicación que duró 1 año, “se me salió todo este tema de la cabeza, literal”, dice.

Para fines del año 2018, cuando estaba terminando los estudios, llamó a su obstetra para comenzar el tratamiento. La donante de óvulos, al igual que el donante de esperma, fue elegida por semejanza a los rasgos físicos de Roxana. Hicieron una prueba, no pasó nada. Esperaron dos meses, hicieron el tratamiento y quedó embarazada.

- Estaba en la oficina, no me olvido más. - Dice. - Tenía la sensación de que me venía y dije bueno, ya está, seré tía, acompañaré niños.

Esa mañana se había hecho los estudios de sangre y esperaba los resultados por email. En la noche, cuando estaba en su casa, no había recibido el resultado, mira el papel que le habían dado y lee: “puede ingresar en la web y fijarse el resultado”, no lo había visto en todo el día ese papel. “Se me nubló la vista”, dice. Llegó el momento, ya está. Se fijó, había un resultado en números que de los nervios no entendió. Le manda un mensaje a su médico con la foto del resultado: “Me responde: ¡Ro! ¡Positivo! Estaba sola, empecé a llorar de los nervios, salí y le conté a mi vecina, fue la primera en enterarse”. A partir de ahí transitó los mejores 9 meses de su vida: “no sentí soledad, no sentí tristeza, un poquito de mal estar, pero disfrutaba tanto cada día. Cuando me llegaba el informe de qué va pasando cada semana, se lo compartía a mis hermanas. Tuve un embarazo súper feliz, sano, alegre”, cuenta sonriendo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Al comienzo no compartió con todos el tema de la ovodonación, solo con los más cercanos, las hermanas, los mejores amigos

 -       ¿Por qué no lo hiciste con todos?

-       Habría algo de la no elaboración del duelo genético… 

Hoy sí lo hace. A Fausti le fue contando desde la panza: “me decían que le hable, y yo le daba la teta y le contaba: Fausti, vos fuiste concebido con mucho amor, me dieron donaciones para que llegues hoy a estar acá” y actualmente cuando comenzó a preguntar ¿por qué no tiene papá?, le dice: “Fausti, vos no tenés papá, tenés una mamá que te ama inmensamente y mucha red de amor. Pero sí hubo dos personas que nos ayudaron a que hoy estés acá, una chica y un chico. Gracias a ellos”

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Actualmente, por momentos, le sucede sentir una falta emocional grande, una pata para tomar decisiones, para hablar: “La vulnerabilidad de estar sola. En todos lados veía la familia, los tres, el Papá”, dice. Volvió a hacer terapia y se apoya mucho en su grupo de contención: amigos, familia, madres de jardín de Fausti.

-Yo estaba re segura, siempre lo estuve. Al ser mamá soltera hay que tener en claro que, como toda maternidad, no es fácil. Se presentan un montón de desafíos. Va a haber momentos en el que te vas a sentir vulnerable, sola, pero acudí a tu gente. No es fácil, pero agradezco todos los días el ser mamá y a Fausti que me eligió a mí, hice tanto recorrido y acá estamos. – Mientras dice esto, Fausti, la mira desde la puerta del comedor.

- ¿Qué consejo le darías a chicas jóvenes?

- Si tienen el deseo de ser mamá y a la vez otros proyectos, les diría que congelen óvulos. Yo nunca lo había pensado, tampoco tenía esa información, sino lo hubiese hecho.

- Y si vas al futuro y Fausti te dice que quiere conocer a los donantes, ¿qué harías?

- Lo acompaño, todo lo que él necesite. Forma parte de él, es la realidad, somos 3, yo lo gesté, ellos me dieron sus donaciones.

- ¿Qué sentís por esas personas?

- Agradecimiento. Les agradezco a ellos y a sus árboles genéticos y a veces cuando tengo mis errores con Fausti, les he pedido perdón por fallar con él.

- ¿Y te gustaría conocerlos?

- Si Fausti quiere, sí, sino, no, les agradezco a sus almas y ya.

 

Fausti entra a la sala, ya no está tocando el bombo Legüero. Se acerca a Roxana, le dice algo al oído, se sube a su rodilla. El fotógrafo los retrata, se abrazan, ella le da un beso, él cierra los ojos.

Al momento de la despedida Roxana dice: “Me remonté a un montón de cosas que me había olvidado, ojalá les sirva” En dos horas pasaron muchos años, pero afuera sigue siendo viernes y es otoño.

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